El Reino de Drakoria debe su nombre a la combinación entre "Draco" (dragón), y "Koria" (Reino). Sus orígenes se remontan a tiempos en los que los dragones eran reverenciados como gobernantes absolutos. Poco queda de lo que un día fue Drakoria. Erigido como uno de los reinos más importantes del desierto de Saharion, Drakoria era la principal causa por la cual los peregrinos hacían largos viajes. Se dice que regentes de todo el mundo hacían cola para presentarse ante el Sultán del Palacio y rendirle numerosos pleitos y reverencias.

Su fama no era en vano, pues la presencia de cinco dragones antiguos de la era de Arethor merodeaban las tierras de Drakoria. Este era motivo más que suficiente para temer a este reino por encima de todos y procurar alianzas antes que con ningún otro. Ningún ejército invasor logró jamás someter a las tropas de Drakoria, pues derribar a los dragones era una hazaña más que arriesgada y difícil. Según los escritos de Aridon XII se cree que sólo un ejército, gobernado por Pyralio el Bravo, logró doblegar la fuerza de dos dragones que custodiaban un asentamiento al este del reino, dándole muerte a uno de ellos. Cuando los jinetes draconianos regresaron al asentamiento, encontraron a Jormunand, el mediano de los dragones, herido de muerte con una estaca del tamaño de un obelisco clavada en el corazón. Esa fue la única y última vez que un ejército enemigo derribaría a un dragón, pues después de la muerte de Jormunand nunca más separaron a los dragones entre sí, y de ahí en adelante siempre lucharon juntos.

Hoy en día sólo queda uno de los dragones, de nombre Jawzahr, que se dice que tenía un cuello alargado parecido al de una serpiente. Es un dragón único en su especie, que puede tener entre una y dos cabezas, siendo en este caso Jawzahr unicéfalo (de una cabeza).

Del Reino de Drakoria tan sólo ha quedado en pie el Palacio Botánico de Azraq. En él se encuentra el único ejemplar vivo del gran Árbol de la Vida, que sólo florecía en los áridos desiertos. De ahí que el Palacio tenga construida una luna en una de sus cumbres, haciendo honor al desierto en el que creció el árbol, el Páramo de las lágrimas de la Luna.